Barrio
lindo, hoy te pinto con la acuarela del recuerdo, te saco a pasear entre mates
hirviendo, cigarros baratos y conversaciones amargas. Colorido y sonriente, así
te recuerdo, lleno de incertidumbres por las calles de Montevideo.
El Prado, Montevideo. |
Capital plana y de planos; Montevideo dobla
pero sin llegarte a quebrar; encuentro de arlequines, fervor al canto: reunión
del carnaval. Así sos, firme y paulatina, de barba blanca y de tez
bronceada por las horas y horas de trabajo que no dejan de apretar, así
de intrascendente es la magia que tiene mi ciudad.
Montevideo
gris de pierna rosada, descalzo en
verano, descalzo en invierno, de lágrima fácil por llevar una vida dura, por
caminar entre pensamientos de laberinto, por querer jugar a la rayuela sin
piedra ni tiza, por no tomarse la leche, leche que muchos días no hay.
Vivís
entre pinturas de Figari, entre versos de Ibarborou. Sonás como la cucharita de
Galeano una tarde cualquiera en el café
Brasilero, y el Sabalero a veces te hace llorar, sos vieja y querida como el
tango, acostumbrada al tongo, siempre te dejaste robar.
Pero
vos también robás, robás sonrisas polvorientas, ya olvidadas, esas que aparecen
en un minuto y quedan en la más profunda intimidad, afanás broncas, iras
terribles que quedan atrás por necesidad.
Por eso
sos una balanza ambigua, un recuerdo vivo pero con muchas enfermedades que
lucha día a día por no morir, por no caer en el pozo de la indiferencia, una
promesa continua, un sueño que entra y sale de la realidad, un antojo y a la
vez una urgencia, una sugerencia muda que se limita a estar, un estallido en la
cabeza que da que pensar, así sos, así es y será mi ciudad.
Montevideo,
vos que me viste crecer, vos tierra gruesa, quedate tranquila que también me
verás perecer.
Mauro Lahore