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martes, 17 de julio de 2012

El color de Montevideo


Barrio lindo, hoy te pinto con la acuarela del recuerdo, te saco a pasear entre mates hirviendo, cigarros baratos y conversaciones amargas. Colorido y sonriente, así te recuerdo, lleno de incertidumbres por las calles de Montevideo.

El Prado, Montevideo.
Capital plana y de planos; Montevideo dobla pero sin llegarte a quebrar; encuentro de arlequines, fervor al canto: reunión del carnaval. Así sos, firme y paulatina, de barba blanca y  de tez  bronceada por las horas y horas de trabajo que no dejan de apretar, así de intrascendente es la magia que tiene mi ciudad.

Montevideo gris  de pierna rosada, descalzo en verano, descalzo en invierno, de lágrima fácil por llevar una vida dura, por caminar entre pensamientos de laberinto, por querer jugar a la rayuela sin piedra ni tiza, por no tomarse la leche, leche que muchos días no hay.

Vivís entre pinturas de Figari, entre versos de Ibarborou. Sonás como la cucharita de Galeano una  tarde cualquiera en el café Brasilero, y el Sabalero a veces te hace llorar, sos vieja y querida como el tango, acostumbrada al tongo, siempre te dejaste robar. 

Pero vos también robás, robás sonrisas polvorientas, ya olvidadas, esas que aparecen en un minuto y quedan en la más profunda intimidad, afanás broncas, iras terribles que quedan atrás por necesidad.

Por eso sos una balanza ambigua, un recuerdo vivo pero con muchas enfermedades que lucha día a día por no morir, por no caer en el pozo de la indiferencia, una promesa continua, un sueño que entra y sale de la realidad, un antojo y a la vez una urgencia, una sugerencia muda que se limita a estar, un estallido en la cabeza que da que pensar, así sos, así es y será mi ciudad.

Montevideo, vos que me viste crecer, vos tierra gruesa, quedate tranquila que también me verás perecer.

Mauro Lahore

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